Los emboladores que no miran zapatos
Después de 1 año de la reactivación económica por cuenta de la pandemia los lustrabotas en Bogotá exigen ayudas
Autor: Elkin David Ortiz
Rodriguez
Don Pedro Gonzales se dedica a este oficio hace mas de 35
años y a su edad busca ayudas por parte del gobierno
Poco mas de 1 año
ha pasado cuando por parte de la alcaldía de Bogotá se dio inicio a la
reactivación económica consecuencia del COVID 19, y muchas personas tuvieron
que dejar el temor de contagiarse del virus y salir a las calles a buscar el
sustento de sus familias. Este es el caso de las personas que en muchas
ocasiones se encuentran en plazas
principales, zonas empresariales o senderos peatonales populares, cargando un
cajón de madera y una pequeña banca para dejar relucientes los zapatos de
quienes lo necesitan.
Según la Alcaldía Mayor de Bogotá en este tiempo de
cuarentena muchas personas accedieron a beneficios, donde ellos mismos
contactaban a las casas, vía telefónica o por mensaje de texto, para hacer
llegar el ingreso básico que necesitan los 500.000 hogares pobres y vulnerables
para pasar la cuarentena.
Los apoyos monetarios los recibían
350.000 hogares en situación de pobreza que contaban en su momento con trabajos no formales o inactivas de
emprendimiento. El objetivo era beneficiar a la población que
se encontraba en situación precaria y enfatizar en los hogares donde convivían
menores de edad y personas mayores de 65 años.
También se beneficiaron
otros 150.000 hogares vulnerables de Bogotá (que no son pobres,
pero son muy vulnerables de caer en pobreza ante cualquier emergencia como esta).
Todos estos fueron algunos de los aportes de la Alcaldía y con donaciones que hacían
las personas y empresas.
Pero estas ayudas no llegaron a muchas
personas que aplicaban para acceder a estos beneficios como es el caso de los
emboladores de zapatos que en su gran mayoría se vieron muy perjudicados por el
confinamiento, y que a la fecha siguen sin lograr un auxilio que les permita
subsistir ante el escaso trabajo que se enfrentan día a día.
Desde hace mucho tiempo ellos hacen parte del patrimonio
visual, cultural y oral de las plazas, de los parques o de los centros de
comercio en Bogotá No solo brillan el calzado, pues la falta de
empleo ha tenido que reinventarse en nuevos trabajos como arreglar sombrillas
tomar fotografías o vender bebidas calientes o en muchos casos ser guías para
los turistas por unas cuantas monedas o un simple gracias, esta es la labor de
más de 100 personas alrededor de esa noble labor.
Son conscientes que sus clientelas han reducido, no porque se preste un mal
servicio, sino porque muchas personas se abstienen de ocuparlo por temor a que
cualquiera de los elementos que usa o él mismo puedan ser un posible transmisor
del virus por lo cual han tocado muchas puertas en busca de subsidios
económicos que les permitan vivir dignamente el resto de sus años de vida.
Al llegar a sus puestos de
trabajo para ponerse en acción de nuevo, muchos de ellos se encontraron con 3
de 9 colegas que trabajan en la plaza Santander muchos de ellos por sus edades
avanzadas decidieron dejar de un lado los cajones y dedicarse a otras cosas, y
aun en tiempos de pandemia tener que sobrevivir con lo poco que hay, algunos se
quejan por la falta de oportunidades laborales otros exigen ayudas por parte
del gobierno y otro sector simplemente quieren que los dejen trabajar porque en
época de elecciones se ven perseguidos por invadir los espacios públicos que
sirven como vitrinas para engalanar los representantes a cámara o los
candidatos presidenciales toda es una lucha por sobrevivir.
En sus vidas la mayoría
nunca había usado un tapabocas, pero si alguna enseñanza les ha dejado esta
pandemia, es que tienen que cuidar su salud para que su existencia y la
de sus seres más cercanos puedan seguir brillando tanto como el calzado que
embellece por lo pronto quieren ser escuchados, a la espera que algún
representante o líder político entienda sus necesidades y les garanticen
trabajo y alguna ayuda económica.
El panorama es
tan desolador que muchos emboladores dejaron el oficio para dedicarse a otras
labores mucho menos rentables.
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